Resultará fácil ver las cosas desde allí, meramente llevadas
por la imaginación, pero no tienen parecido ninguno. Pero a mí no me cuesta
ningún trabajo hablarle de lo que sé tratándose de Luvina…
Yo la soñé.Intenté dibujarla pero apenas pude retratarla. Y
no es hasta ahora, amigo mío, que me doy cuenta de que es imposible dibujar el
aire espeso y el ruido sordo que lo envuelve a uno cuando está allí. Porque a
uno le cuesta trabajo respirar entre tanta desolación pesada, Porque nada más
llegar uno se siente cansado, como si los años le hubieran venido de golpe,
como si el camino hubiera sido demasiado largo.
Y aunque uno lo intente, la voz no le sale del cuerpo: el
viento pellejo le roba las palabras a uno y se alimenta de uno, y precisamente
lo envuelve y lo aplasta y lo retuerce para llevarlo a la locura y hacerlo
gritar, gritar con muchas ganas para robarle de una vez el alma, porque ese
aire espeso y denso se le mete por
dentro y lo posee a uno, y es ahí compadre, cuando uno está perdido. Yo así lo
vi.
Porque Luvina sufre. Yo diría que es la pena. Yo diría que
es la desilusión. Yo más bien diría que es el desamor. Porque allí estuve yo
compadrito. Porque fui buscando la muerte. Porque al llegar no pude gritar
fuerte porque rompí a llorar y abracé la
tierra, y de rodillas la regué con mi agua, y me aferré a la piedra pelada, y
de tanta soledad que ella vio, aun más grande que la suya, se compadeció la muy
insensata y me abrazó, y yo perdí la conciencia de tanto dolor y al despertar
estaba vivo, resguardado y protegido por las piedras que se amontonaron a mi alrededor
y me consolaron, abrigándome del frío intenso de la intensa noche hambrienta.
Pero quiero darle un consejo, ahora que Luvina ya se me
metió dentro: no la invoque compadrito. Déjela en el olvido y huya porque si su
aire denso lo atrapa, como le estaba yo
diciendo, no podrá volver atrás.