domingo, 12 de enero de 2014

Avellaneda



“Domingo 8 de septiembre
Esta tarde hicimos el amor. Lo hemos hecho tantas veces y sin embargo no lo he registrado. Pero hoy fue algo maravilloso. Nunca en mi vida, ni con Isabel ni con nadie, me sentí tan cerca de la gloria. A veces pienso que Avellaneda es como una horma que se ha instalado en mi pecho y lo está agrandando, lo está poniendo en condiciones adecuadas para sentir cada día más. Lo cierto es que yo ignoraba que tenía en mí esas reservas de ternura. Y no me importa que ésta sea una palabra sin prestigio. Tengo ternura y me siento orgulloso de tenerla. Hasta el deseo se vuelve puro, hasta el acto más definitivamente consagrado al sexo se vuelve casi inmaculado. Pero esta pureza no es mojigatería, no es afectación, no es pretender que sólo apunto al alma. Esa pureza es querer cada centímetro de su piel, es aspirar su olor, es recorrer su vientre, poro a poro. Es llevar el deseo hasta la cumbre.”

El viernes 20, tras cuatro días sin verla, se le aclaró todo: iba a pedirle matrimonio, porque para él, más que todos los argumentos en contra, valía esa ausencia. El insoportable vacío que sentía sin ella. La amaba a manos llenas, sin miedos, sin peros, a corazón abierto.

El lunes 23 de septiembre escribe 7 veces Dios mío, sin poder casi respirar por el dolor que le dejaba esta vez esa ausencia irreversible e infinita.

Así, más o menos, lo narra Mario Benedetti en La tregua

Hoy, una vez más de camino a alguna parte, he visto su nombre 
rotulado en un edificio de acero y vidrio, e inevitablemente me he acordado de esta historia de amor que quiero plasmar aquí inaugurando así este blog en el año 2014.




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