Una flor que
florece de noche. Como si le diera miedo la luz del día: en efecto, al día
siguiente, empieza a deteriorarse, poco a poco, marchitándose lentamente, hasta
que a las pocas horas (las que abarcan un día o dos), termina pereciendo. Si yo
fuera pequeña y viniera de un país igualmente pequeño, la protegería con una
campana de cristal (una de esas campanas mágicas que utiliza Llorenç Barber
precisamente de sol a sol)
Podría hablar de
campanas, de sus tipos y subtipos, pero hoy lo importante es hablar de amor
¿no? Y pienso ¿acaso algún día se debe dejar de hablar de amor?
Anoche, un pequeño Valentín (sí, Valentín, un
nombre apropiado en el día de hoy, un Valentín de apenas 6 o 7 años) decía en
voz alta (como para que los espectadores lo escuchásemos, con una ternura
infinita):
No sé si será
buena, o será mala. Solo sé que es lo único que tengo en la vida y que no
quiero perderla
Su abuela estaba
enferma, y quizá no le había dicho muy a menudo te quiero
Feliz día,
Valentín
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