jueves, 14 de febrero de 2013

Valentín




            Una flor que florece de noche. Como si le diera miedo la luz del día: en efecto, al día siguiente, empieza a deteriorarse, poco a poco, marchitándose lentamente, hasta que a las pocas horas (las que abarcan un día o dos), termina pereciendo. Si yo fuera pequeña y viniera de un país igualmente pequeño, la protegería con una campana de cristal (una de esas campanas mágicas que utiliza Llorenç Barber precisamente de sol a sol)
Podría hablar de campanas, de sus tipos y subtipos, pero hoy lo importante es hablar de amor ¿no? Y pienso ¿acaso algún día se debe dejar de hablar de amor?
    Anoche, un pequeño Valentín (sí, Valentín, un nombre apropiado en el día de hoy, un Valentín de apenas 6 o 7 años) decía en voz alta (como para que los espectadores lo escuchásemos, con una ternura infinita):
No sé si será buena, o será mala. Solo sé que es lo único que tengo en la vida y que no quiero perderla

Su abuela estaba enferma, y quizá no le había dicho muy a menudo te quiero
    Feliz día, Valentín 

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