viernes, 22 de febrero de 2013

De camino a algún sitio



Hoy puede ser un buen día: esta mañana, de camino a algún sitio, he visto algo que me ha estremecido profundamente. Algo que me ha arrancado una sonrisa, algo que me confirma que es posible la felicidad absoluta. Hace un día gris, y también hace frío. Llueve a ratos.
Andaba a toda prisa, cuando de repente, me he parado en seco al verlo: sí, a ellos, dos ancianos pedaleando (algo parecido a seudobicicletas estáticas colocadas en algún parque) en silencio sentados en el mismo banco y cogidos, con una ternura infinita, de las manos, como si nada más en el mundo tuviera importancia, como si diera igual todo aquello que no fuera el contacto de sus pieles secas y arrugadas por el tiempo. No hablaban, no se miraban, pero sus cabezas estaban ligeramente inclinadas la una hacia la otra. Como si en tantos años juntos no necesitasen articular palabra para entenderse, como si hubieran desarrollado alguna forma telepática de comunicación, como si no necesitasen decirse te quiero porque el simple hecho de pedalear juntos ya era la forma más hermosa e intensa de decirse: te quiero más que a nada en el mundo, amor mío de mi vida.

3 comentarios:

  1. A) La propietaria de esas santas manos romanas está degollada.
    B) Váse "Amor" de Michael Haneke, y también "El septimo continente"

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