Sí, lo creo. La falta de empatía
y la pérdida de valores fundamentales son los síntomas principales de esta no
tan nueva enfermedad que algunos padecen y para la cual, los expertos, no
encuentran fármaco eficaz. Tampoco hay consenso a la hora de nombrarlo.
Finalmente estos pacientes entran en un estado de amargura tan aguda, que
devorados por la envidia, el egoísmo, la altanería, la hipocresía y la
prepotencia (entre otros factores), muestran una mueca de desprecio permanente
que les impide volver a sonreír.
Y ahora si se quiere, hablemos en
plata. Porque el problema no es no ser un alma caritativa y bondadosa -no nos
engañemos-, lo verdaderamente alarmante es seguir adelante pisando fuerte sin
reparar en las cabezas que pisoteamos con nuestras actitudes y determinaciones.
El desprecio gratuito, la humillación como arma de reafirmación y la violencia
intrínseca de tantas actitudes hipócritas envilecen cada día más a esta
sociedad enferma. Porque la vida no es de color rosa, pero la pérdida absoluta
de ideales y convicciones la oscurecen todavía más.
Y sí, también lo creo. No todo
está perdido. Siempre he pensado que de todo lo malo que me ha pasado, ha
salido algo muy bueno, y ojalá este sentimiento lo compartamos todos y hagamos
un esfuerzo por salir reforzados de esta grave crisis social queriendo,
simplemente, llenar cada uno de nuestros días de muchas sonrisas.
Feliz 2014 y 2015 y…