lunes, 30 de diciembre de 2013

Mis mejores deseos


Sí, lo creo. La falta de empatía y la pérdida de valores fundamentales son los síntomas principales de esta no tan nueva enfermedad que algunos padecen y para la cual, los expertos, no encuentran fármaco eficaz. Tampoco hay consenso a la hora de nombrarlo. Finalmente estos pacientes entran en un estado de amargura tan aguda, que devorados por la envidia, el egoísmo, la altanería, la hipocresía y la prepotencia (entre otros factores), muestran una mueca de desprecio permanente que les impide volver a sonreír.

Y ahora si se quiere, hablemos en plata. Porque el problema no es no ser un alma caritativa y bondadosa -no nos engañemos-, lo verdaderamente alarmante es seguir adelante pisando fuerte sin reparar en las cabezas que pisoteamos con nuestras actitudes y determinaciones. El desprecio gratuito, la humillación como arma de reafirmación y la violencia intrínseca de tantas actitudes hipócritas envilecen cada día más a esta sociedad enferma. Porque la vida no es de color rosa, pero la pérdida absoluta de ideales y convicciones la oscurecen todavía más. 
  
Y sí, también lo creo. No todo está perdido. Siempre he pensado que de todo lo malo que me ha pasado, ha salido algo muy bueno, y ojalá este sentimiento lo compartamos todos y hagamos un esfuerzo por salir reforzados de esta grave crisis social queriendo, simplemente, llenar cada uno de nuestros días de muchas sonrisas.

Feliz 2014 y 2015 y…

martes, 10 de diciembre de 2013

Mi sitio


    Me gusta mi barrio porque las casas están pintadas de colores, porque hay artesanos y artistas trabajando tras las rejas de sus ventanas abiertas, porque una señora mayor con el pelo blanco y un delantal de cuadros desenrolla la manguera que tiene arrollada en el zaguán de su casa -con las molduras de las ventanas pintadas de verde y rosa- para regar el jardincito que tiene frente a su puerta al cruzar la acera. Sonrío al salir o llegar a casa porque paso al lado de un árbol que tiene macetas colgadas en su tronco, porque siempre está Jacob -un perro callejero al que no le gustan las patatas fritas- y el bendito cerro -el que custodia Nuestra (su, vuestra) Señora de todos los Ángeles- para darme la bienvenida. Me siento feliz porque a veces me tumbo en mi terraza a ver atardecer y puedo escuchar el siseo de las hojas de los árboles y el canto de los pájaros y los ladridos de los perros y nada más que eso.

      Me parece maravilloso que un vendedor ambulante con un carro lleno de sandías y melones se dedique a trocear la fruta y meterla en vasitos de plásticos intentando hacer una figura parecida a una flor en su coronación y me lo venda a mil pesos con un tenedorcito de plástico y regalándome un “muchas gracias caserita, que le siente bien”, y que esto haga que la intervención nefasta sobre el edificio patrimonial frente al que se sitúa el vendedor no me parezca tan terrible.


      Estoy empezando a pensar que me siento a gusto en esta ciudad…

viernes, 6 de diciembre de 2013

Volver a verte


Cuánto te echaba de menos. Tantos años sin verte, aun estando contigo. Sintiéndote perdido en otros mundos,  lejos, tan lejos.

Ahora cuando hablamos casi no puedo creerlo. Me estremezco al escucharte reír, me emociono al sentir que vuelves a ser tú. Me llena de alegría saber que eres capaz de disfrutar enormemente de una taza de té frente a la roca con el Impromtu en fa menor de Chopin de fondo.

Porque pudimos tener aquella conversación en aquel bar a los pies del museo, porque pudimos compartir sardinas y mejillones tras un baño en la playa, porque volvimos a tocar juntos el piano, porque estoy enormemente orgullosa de ti, porque has encontrado de nuevo el camino, porque eres capaz de apreciar las pequeñas cosas de la vida, porque para mí eres un héroe, por la negra tomasa, porque siento que ni siquiera 11.000 km pueden ya separarnos y por todo eso que nos queda por compartir…

Encantada de volver a verte, hermano querido